hacia la nada

Hizo las camas, escribió la lista de la compra, concertó la cita con el médico para la pequeña, fregó las tazas donde los niños habían tomado su colacao, mientras se detenía en cada grumo, bien pensado le hubiese gustado llevárselas con ella, con grumos, restos de copos de maíz y huellas de labios inofensivos, miró por la ventana sin ver ningún paisaje, solo futuros condicionales que nunca llegarían, y aguantó un suspiro. Y después de besar a los niños, que seguramente ya estarían comenzando las clases, en la frente, esperó a que la puerta se abriese. Pero ella ya volaba.

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