Una tarde cualquiera en cierto sofá

- ¿no me puede gustar?
- si, claro, la estupidez es totalmente respetable.
Pense yo, sin atreverme a decirselo, de todos modos estaba frente al televisor, así que dudo me hubiese escuchado la contertulia, fea como ella sola, y de humos tan altivos como la torre la iglesia.

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