Tiempos de sangre y metal

   No se a quien llamar, conecto el interlocus, nada, Xabi con su cibernovia, Xaxa en su campeonato de futbolcax online, y mi novia, mi novia...
   Otro nubarrón, suicidios indolentes, jefes grasientos, hormigoneras asesinas y flores.
   Frentes arrugadas, gestos fruncidos, brazos trémulos y flores, flores rotas...
   ¡Huuuaaa! Lo dejo pasar y soy una ficha de tetris perfecta, que no entiende de determinantes posesivos, sentada en un sillón.
   ¡Zas! Me pongo en pie, otra vez, apago las muropantallas, ¡mierda! Otra vez no, el grifo de la cola abierto, el fregadero sobrándose y en la cocina un diluvio rojizo, sin Noe, sin olivos, sin paloma. Zoran debería haber arreglado el sobradero pero anda demasiado ocupado vendiendo pisos a los Xirux, la amistad en los pueblos depende del equilibrio de finisimos hilos invisibles a los ojos de los sentimentales.
   Conforme bajo las escaleras, la ropa para las dunas se va acoplando a mi cuerpo, buzo, botas, casco...
   Clavo mi bota, tacos, miles de tacos enormes como montañas de grafito, me impulso y ¡zas1 revoloteoingrávido, un nanosegundo, tiemblo, un nanosegundo, vuelvo a clavar mis botas ¡clas1 me yergo, mi acerada columna vertebral dibuja con mis brazos un eje cartesiano perfecto, atrás quedaron espaldas maliciosas.
   Los coconautas barren sin descanso, mecánicamente, su única misión captar con la parabólica cualquier información.
   Por las esquinas moradas jóvenes y viejos lloran sus tristes poemas de Lorca, hace tiempo que no hay sitio para Lorca, las rosas son metálicas y las ovejas eléctricas.
   Por las esquinas de carne y hueso madres buenas que nunca entendieron a sus hijos, buenos también, lloran escondiéndose  de si mismas.
   Por las esquinas curvas putas que fuman y sonríen como payasos tristes.
   Por las esquinas verdes científicos y filósofos son uno, la última religión, tan necesaria para el poder como absurda para el conociemiento, se perdieron entre dondes y adondes.
   Por las esquinas negras xirux jugando a futbolcax, como niños, como mentes sencillas y llorosas.
   Sangre, sudor, metal, ligamentos, trenes de vapor, ¡fuuu, fuuu! los edificios van quedando atrás a la velocidad del concorde y el desierto se muestra infinito.
   Otra vez, clavo mi bota, hormigas gigantes mueren aplastadas, me impulso y ¡zas!. Revoloteo ingrávido, un nanosegundo, tiemblo, un nanosegundo, giro Pi radianes, nadie, ni viejas, ni futbol, ni trivial, ni pólitica, ni ordenadores, ni viejas profesoras de escuela.
   Me enrollo sobre mis rodillas, asíntota vertical en -1.000, límite izquierda, derecho infinito, me deslizo hacia mis propias entrañas y recito a Lorca, sueño con goles messianicos, con noches subversivas, con pechos afilados, mis ojos cristalizan, y se, se que...

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